Sobre si el líder nace o se hace se han escrito miles de líneas buscando la explicación del ganador, como si hubiera una fórmula mágica para ello. Lo que es evidente es que el líder es influyente porque consigue que los demás hagan lo que él quiere que hagan.
Y para ello tiene que ser capaz de contarlo. Si lo que no se comunica no existe, una máxima elemental en comunicación, también es cierto que el líder que no sabe comunicar vive un liderazgo muy débil. El líder se puede hacer, aunque no nazca, pero, para ello, tendrá que aprender a “hablar al exterior”, salir de sí mismo y crear su Medio Ambiente en el que él y sus colaboradores puedan comunicarse con naturalidad, profesionalidad, rigor y confianza.
Veamos, analicemos algunos tipos de líder en nuestro trabajo porque puede haber de varios tipos. Puede ser el sabio invisible, el erudito que sabe que tiene las soluciones y no ve necesario comunicarlas; el que se aísla y vive en un ecosistema diferente al resto donde se aburre. Sí, es imprescindible por su conocimiento y sus soluciones. Todos lo saben y viven al margen del líder, sin ninguna cohesión.
O quizá sea el sabio altivo, el que se comunica para dejar patente el escalafón y porque no le queda más remedio; el que crea brechas que dificultan los equipos sólidos. Sus subordinados pensarán, simplemente, que es antipático e inabordable -para qué perder el tiempo en dirigirse a él- y el trabajo en equipo se resentirá.
O quizá sea el empático dicharachero, el que habla con fluidez, con verbo ágil y poco contenido y al que se presta atención en un plazo de tiempo relativamente corto.
Cualquiera de ellos entraría en su propio programa de El líder se hace. Sería un programa conveniente para dominar esta facultad de comunicar exactamente lo que se quiere comunicar, controlar los matices, de transmitir ligazón en los equipos, de configurar tu propio Medio Ambiente con ellos, de conseguir alma en tu organización y de llegar a cada uno de sus subordinados.